Profesor José Manuel Martinez Lage (Betanzos 1935-Pamplona 2024)
Homo sum, humani nihil a me alienum puto (Publio Terencio Africano, 165 A.C.). (Hombre soy, nada humano me es ajeno)
El pasado día 24 de junio falleció el Profesor José Manuel Martínez Lage, Manolo como a él le gustaba que se le llamara, fuera de todo protocolo, buscando siempre la cercanía interpersonal.
Estudió la carrera de medicina en la facultad de Santiago de Compostela. Por confesión propia sabemos que esos años fueron una combinación bastante anárquica de “casa de la Troya”, veleidades literarias y teatrales, incursiones psiquiátricas y compañías femeninas. Todo muy propio de su carácter exuberante. Entonces aparecieron dos personas esenciales en su vida, Amalia, que sería su esposa amadísima, y con la que formó una feliz familia numerosa de ocho hijos, y el Dr. Javier Teijeira, quien en la cátedra de pediatría del Profesor Perdiguero practicaba la electroencefalografía para ayudar al diagnóstico de los niños con epilepsia. Él fue quien le animó a trasladarse a Pamplona en 1959 para incorporarse al joven e ilusionante proyecto de la Clínica Universitaria en la naciente Universidad de Navarra.
El primitivo departamento de neurología, neurocirugía y electroencefalografía de esa clínica sufrió una grave crisis en 1966 y la mayoría de sus componentes fueron dispersados. A partir de ese momento el Dr. Martínez Lage asumió la dirección del departamento en condiciones difíciles, con unos pocos colaboradores muy jóvenes que partieron pronto a otros destinos en 1968, el año de mi incorporación. Buena parte de 1969 y 1970 estuvimos solos los dos con la ayuda a tiempo parcial del Dr. Elías Maraví. Pero la arrolladora personalidad de Manolo superó las dificultades y aún le sobró tiempo para que preparáramos nuestras primeras comunicaciones a la Sociedad Española de Neurología (SEN) y algunos artículos de base clínica. En esa situación precaria, su proverbial generosidad le llevó a que, contra sus propios intereses, nos animara a todos sus primeros colaboradores para que saliéramos al extranjero a continuar nuestra formación.
Su inigualable y contagioso entusiasmo por la neurología, y su don de gentes, pronto le permitieron atraer una pléyade de nuevos aspirantes a neurólogo que consolidaron el departamento en el plano asistencial e investigador. El departamento de la Clínica Universitaria de Navarra se convirtió en un fructífero vivero de catedráticos, profesores de otras categorías y jefes de servicio repartidos por toda España e Hispanoamérica. El propio Manolo tras su doctorado en 1967 subió todos los peldaños de la carrera universitaria, siendo sucesivamente profesor adjunto (1968-1975), agregado (1975-1982) y ordinario (el equivalente a catedrático en la Universidad de Navarra) (1982-2005). Su interés por la docencia sobrepasó los límites de la neurología y le llevó a ser Director del programa de Neurociencias, Jefe de Estudios y a participar activamente en tareas de evaluación e integración de programas. Fue uno de los impulsores de la Sociedad Española de Educación Médica.
La influencia del Dr. Martínez Lage se extendió de Pamplona a toda España por su extraordinaria capacidad de liderazgo. De los protagonistas principales de la neurología española en las décadas de 1970 a 1990, Manolo fue el más influyente en la SEN, la cual presidió entre 1979-1981. Siempre atento a lo que ocurría en el extranjero, en particular en la American Academy of Neurology y en la World Federation of Neurology –de la que llegó a ser vicepresidente–, impulsó la superespecialización en neurología y la creación de los grupos de estudio que tanto han contribuido a la modernización de la SEN. Él mismo sintió la necesidad de interesarse por campos concretos de la neurología, pero su espíritu inquieto no le permitió ceñirse a uno sólo, así que pasó sucesivamente por la enfermedad de Parkinson, por las epilepsias –su primer amor– llegando a presidir la Liga Española contra la Epilepsia y a formar parte del comité de clasificación y terminología de las crisis de la International League Against Epilepsy y, por último, a la enfermedad de Alzheimer. En este caso, y como muestra de su extraordinaria visión y capacidad de liderazgo, organizó la Conferencia Nacional Alzheimer (que tuvo varias ediciones) siendo capaz de aglutinar en ella –solo él lo podía hacer– a todas las sociedades científicas y a las asociaciones de pacientes con interés en la enfermedad de Alzheimer, marcando el camino del futuro.
Siempre interesado en la farmacología y en la terapéutica, organizó con su gran amigo el profesor Jesús Florez, en 1981, un famoso curso en Santander que influyó poderosamente en los neurólogos de mi generación y se plasmó en el libro Neurofarmacología Fundamental y Clínica, único en su género en España. En este campo, el Dr. Martínez Lage llegó a presidir la European Association for Clinical Neuropharmacology.
El resultado de toda esa ingente tarea clínica y de investigación se plasmó en más de 30 tesis doctorales, docenas de libros y varios cientos de artículos y comunicaciones en los que no entraré con más detalle. Fue miembro de la Real Academia de Medicina de Zaragoza y recibió la cruz de Alfonso X el Sabio. Siempre original, promovió dos monografías: “La neurología Española a Examen” (con G. Delgado) y “Memorias de la Sociedad Española de Neurología (1949-1994) y otras memorias de la neurología española” (con S. López-Pousa y E. Tolosa) en las que se resume la intrahistoria de nuestra sociedad.
La cita clásica que encabeza este obituario, “nada humano me es ajeno”, ha sido motivo de interpretaciones múltiples. La primera, es que puede reflejar la capacidad de empatía del sujeto que la pronuncia hacia el otro, en especial con su sufrimiento. El protagonista no puede quedar indiferente ante una necesidad. Ese ha sido el caso de Manolo, que estaba siempre disponible, presto a ayudar o hacer un favor. “No sé decir que no” me confesó una vez. Pero el aforismo latino se puede referir también a que ninguna de las cualidades innatas del ser humano, con sus variadas virtudes, glorias, debilidades y contradicciones, le son ajenas a quien lo pronuncia. Y, así también, poseerlas todas ellas es lo que hizo de Manolo un gran hombre. Pablo, su hijo neurólogo, lo expresó perfectamente en el funeral de su padre.
No le faltaron a Manolo muchas ocasiones para expresar sus mejores virtudes humanas, pues la vida no le ahorró duras pruebas. La primera, la de superar sus propios problemas de salud. Después, la de llevar con gran dignidad algunas de las mezquindades que rodearon a su destitución como jefe del departamento de neurología. Y, sobre todo, cuando tuvo que afrontar con enorme entereza la pérdida de su querida Amalia, el sostén de su vida, y la muerte prematura de Miguel y Ana, sus dos hijos mayores.
Gracias a Dios, a quien apeló en su último escrito unos días antes de su muerte –“Ha llegado la hora que me tenía reservada el Señor…”–, sus otros seis hijos, entre ellos María, también brillante neuróloga, y sus 17 nietos le proporcionaron mucho consuelo e inmensas alegrías. A todos ellos, la SEN, en cuyo nombre escribo estas líneas, quiere acompañarles en su dolor y expresarles nuestro infinito agradecimiento por todo cuanto Manolo hizo desinteresadamente por la neurología española.
Juan J. Zarranz