Hace semanas falleció Vicente Moreno Alegre. Neurólogo y una persona profundamente comprometida con sus pacientes, sus compañeros, sus amigos y con la sociedad en general. Un gran neurólogo, con un gran sentido común. Y, sobre todo, un hombre bueno, como creo que es su mejor definición. Características difíciles de encontrar en una misma persona.
Nació en marzo de 1946 en Palma de Mallorca, vivió pocos meses en Mallorca, pasó su niñez y su adolescencia temprana en Valencia y su juventud en Madrid, donde conoció al amor de su vida, Faouzia, y se hicieron inseparables. En Madrid, mientras estudiaba medicina, fruto de la convicción y compromiso que marcaron su vida, estuvo detenido varios días en la DGS (la entonces llamada Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol). Nunca dio importancia a aquel episodio y no lo mencionaba, aunque podría haberle resultado beneficioso en algunos ambientes.
Con 27 años de edad se trasladó con Faouzia a Granada y comenzó a trabajar en el Hospital Clínico de Granada, que sería su hospital hasta su jubilación. Todos los que tuvimos la suerte de conocerlo, lo respetamos y lo recordaremos siempre con su mirada limpia y clara y su sonrisa abierta, sincera y socarrona; alegre como su apellido, según él mismo decía.
Aunque se significó en un espectro político basado en la libertad, igualdad, solidaridad y justicia social, siempre fue respetado y admirado por personas con cualquier otro criterio político. Era imposible que tuviera un conflicto con alguien: antes habría llegado a un acuerdo. Con sus compañeros animaba, compartía y estimulaba o directamente participaba en cualquier proceso renovador. Como lo fue en el proyecto de la fundación de la Sociedad Andaluza de Epilepsia. Su vida estuvo guiada siempre por el compromiso, la honestidad y la coherencia; conceptos estos raros y poco valorados en estos tiempos.
Pronto se dio cuenta que esta era su tierra, Granada durante su etapa laboral y Málaga desde su jubilación. Andaluz como él mismo decía sentirse. Por esto esparcimos sus cenizas alrededor de un olivo granadino, tal como el dejó encargado que lo hiciéramos.
Cerró el libro de su vida inesperadamente, de manera humilde y callada.
Murió Vicente Moreno, el neurólogo tranquilo, el luchador incansable y el hombre bueno.
Descansa en paz, amigo.
Blas Morales
