El 2 de diciembre de 2024 fallecía en Madrid el doctor Pablo Barreiro Tella, uno de los primeros jefes de servicio de Neurología en la sanidad pública española.
El doctor Barreiro nació en Madrid el 15 de enero de 1934. Obtuvo los títulos de Licenciado (en 1956) y de Doctor (en 1964) en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Fue alumno de figuras tan destacadas como los profesores Gregorio Marañón o Juan José Vallejo-Nágera, y médico interno en el Hospital Provincial de Madrid con los profesores Fernando Enríquez de Salamanca y Amador Schüller. Desde muy pronto interesado por las enfermedades del sistema nervioso, en aquellos años todavía un gran desconocido para la medicina, inició su formación en la especialidad de Neurología en Lausanne con el profesor Saeguesser (Hospital Cantonal), y París con los profesores Mollaret (Hospital Claude Bernard) y Gaultier (Hospital Widal). A su regreso a Madrid en 1963 se incorporó al Servicio de Neurología del Gran Hospital de la Beneficencia, actualmente Hospital de La Princesa, dirigido por el Dr. Gonzalo Moya, en el que de forma pionera se integraban aspectos diagnósticos, clínicos terapéuticos de la Neurología. A lo largo de los tres años en este centro recibió diversos reconocimientos por su trabajo y becas para investigación.
En el año 1966 pasó a formar parte del Departamento de Medicina Interna del Hospital “La Paz” de Madrid, bajo la jefatura en esos momentos del profesor Julio Ortiz Vázquez, asumiendo desde el principio las funciones de jefe de la Sección de Neurología. Tras años de trabajo por lograr la autonomía de la especialidad hospitalaria de Neurología, en 1974 es nombrado jefe Servicio de Neurología del Hospital “La Paz”, uno de los primeros en la red de hospitales de la antigua Seguridad Social española. Apasionado desde siempre por la docencia, fue profesor adjunto (no numerario) en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid desde su fundación en 1969, para ganar la plaza de profesor titular de Neurología en dicha facultad en 1985.
Fue miembro fundador de la Asociación Madrileña de Neurología en 1985. Entre otros reconocimientos profesionales y académicos, el profesor Pablo Barreiro Tella fue nombrado Miembro Numerario de Honor de la Sociedad Española de Neurología en 2004.
Como hijo, médico internista y profesor de medicina que soy, no es necesario decir que el doctor Barreiro, mi padre, ha sido un referente humano y profesional. De su ejemplo nació en mí la pasión por la medicina, entendida como una dedicación afectiva y efectiva al paciente, buscando el encuentro humano y la excelencia clínica, basada en el estudio, la investigación y la docencia. En mi padre vi de manera destacada a un estudioso incansable, para preparar sus clases o profundizar en casos complicados del hospital; “si estudias, nunca te acostarás… sin saber una cosa más”, me decía con frecuencia; como gran humanista que también fue, otras veces recurría al latinajo atribuido a Giordano Bruno “gutta cavat lapidem, non bis sed saepe cadendo; sic homo fit sapiens bis non, sed saepe legendo” (la gota erosiona la piedra no por su fuerza, sino cayendo repetidamente; igualmente no nos hacemos sabios de repente, sino por la frecuente lectura). Del mismo modo combinaba la erudición histórica y artística, con sabiduría clínica y espíritu docente, de los que hacía gala en los tradicionales pases de planta que reunían a médicos, residentes y estudiantes.
Pienso que mi padre pertenece a una generación de médicos que han tenido el privilegio de asistir al nacimiento de la medicina moderna del siglo XXI, pasando de una práctica médica casi decimonónica centrada en las facetas más clínicas, a disponer de la mayoría de las tecnologías diagnósticas y avances terapéuticos actuales. Quizá esta verdadera revolución biotecnológica tuvo particular relevancia en la propia neurología, por haber sido desde siempre el sistema nervioso de muy difícil acceso a los ojos del médico. Recuerdo bien el entusiasmo con que recibió mi padre las primeras máquinas de ecografía y tomografía computarizada, y años más tarde las de resonancia magnética, entre otros muchos avances médicos. Bueno será que el legado de estos “padres” de la medicina moderna no se olvide, y permanezca vivo en las nuevas generaciones su espíritu clínico, el cuidado del contacto humano con el paciente basado en una buena anamnesis y exploración clínica, que debe ser el fundamento de cada acto médico, y que no debiera ser sustituido, sino más bien complementado, por las nuevas tecnologías.
Falleció mi padre después de una larga enfermedad, que le fue lentamente debilitando. No tengo duda de que fue como enfermo, a los que tuvimos la suerte de acompañarle, cuándo sin dejar de ser médico nos dio la lección más magistral. El declive físico sirvió a mi padre para mostrarnos su grandeza humana, la fortaleza de ánimo y serenidad ante la adversidad, y su espíritu más agradecido y bondadoso. Sí, de manera sorprendente fue en el sufrimiento donde nos mostró el valor infinito de cada día que nos regala la vida, sin que deba importar mucho lo que se nos depara; junto a mi madre a la que quiso con devoción y ternura, y una dilatada familia, disfrutó a cada instante, hasta dónde la salud se lo permitía, con la confianza de que la muerte sólo sería un tránsito a una vida eterna y sin sufrimiento, en la que, eso sí, ya no habría lugar para su amada profesión, la medicina. Ya descansa en paz el doctor Pablo Barreiro Tella.
Pablo Barreiro García
Enfermedades Infecciosas. Servicio de Medicina Interna,
Hospital Universitario “La Paz”.
Departamento de Especialidades Médicas y Salud Pública, Universidad “Rey Juan Carlos”. Madrid.